Por Ariel Martínez, Causa Nacional
Hace bastantes años atrás, Rodolfo Walsh escribió unas interesantes notas críticas sobre la política que estaba llevando adelante la organización de la cual formó parte. No es motivo de análisis en este escrito saber si Walsh tenía razón o no en su postura. Sin embargo, creemos que la crítica del militante es bien oportuna para analizar varias cuestiones de vital importancia para comprender el proceso político actual, particularmente en nuestro país.
Algunos meses después del golpe cívico militar de 1976, Rodolfo Walsh escribía: “…Es como si no pudiéramos tener dos ideas en la cabeza al mismo tiempo: si hay contradicciones, las consideramos antagónicas, cuando nos damos cuenta que no son antagónicas, nos olvidamos que existen. Esto es reaccionario: anular con una opinión hechos de la realidad.”
Tomamos esta frase como punto de partida para intentar esbozar un principio de análisis sobre la composición del Frente de Todos, actual fuerza gobernante, y las complejidades que derivan de las heterogéneas y también opuestas tendencias que lo conforman.
Un artículo de Jorge Alemán, interesante en este sentido, fue publicado recientemente en el periódico Página 12 (https://www.pagina12.com.ar/321028-las-criticas-al-frente-de-todos), aunque, a nuestro entender, carece de mayores determinaciones que permitan comprender, y a la vez esbozar, una plan político de acción para los sectores populares que pueda lidiar con esas contradicciones, superándolas y radicalizando el proceso político en favor de las mayorías trabajadoras.
Un paso necesario
Partimos en nuestro análisis dando por aceptadas algunas premisas. Como, por ejemplo, que no existía ninguna fuerza, candidatx u organización política con un margen de representación popular lo suficientemente contundente como para derrotar, por sí mismo, en la contienda electoral a la Alianza Cambiemos, fuerza que sintetizaba, aunque no sin contradicciones, a los distintos sectores dominantes de la oligarquía diversificada.
En este contexto, la conformación de un frente electoral para derrotar (electoralmente, vale la pena la distinción) a la alianza gobernante se hacía indispensable. Muchas y muchos referentes políticos arribaban a la misma conclusión, sin embargo, solo Cristina Kirchner comprendió, de forma estratégica, que para que esto sucediera debía retroceder un casillero y dejar que la candidatura a la presidencia sea encabezada por alguien que sea más “potable” para ciertos sectores políticos más “volátiles” que consiguieran el consenso de una parte de la ciudadanía adversa a la figura de la ex presidenta.
Cuando las contradicciones de intereses entre los distintos sectores económicos de nuestro país comenzaron a aflorar a la superficie con más fuerza, muy pronto comenzaron a observarse los límites que posee esa misma alianza electoral. El “impuesto a las grandes fortunas” hasta el momento no fue aplicado, el gobierno debió retroceder en la estatización de Vicentin, se han renovado las concesiones de varios puertos a consorcios internacionales, desechando una oportunidad de ejercer un mayor control soberano sobre la logística económica de nuestro país, y otros etc. Son la manifestación de una gran debilidad intrínseca al vario pinto que conformó el Frente.
Quedó en evidencia la necesidad de pasar a la conformación de un Frente que vaya más allá de lo electoral, transformándose en un Frente de Liberación Nacional que sea expresión de las fuerzas populares profundas, únicas garantes de que puedan profundizarse las medidas y las luchas necesarias para lograr la justicia social que cada vez más urgentemente necesita nuestro pueblo.