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CORAZÓN MILITANTE, NO TODOS SOMOS IGUALES


Por : Dr. Ernesto J. R. Abad



En el diccionario una de las acepciones de militante es definida como aquella persona que participa en una causa o proyecto de una organización política. Entonces la militancia es una conducta orientada a defender la causa de un partido político, de una ONG, un sindicato, incluso una sociedad de fomento o una cooperativa de un establecimiento educativo, y en sentido lato, un disruptivo político, es decir un lobo solitario.Pero entendemos por antonomasia que un militante político se desenvuelve dentro de un partido político en el sentido tradicional, que participa de actos partidarios, que integra unidades básicas o comités, que difunden propuestas electorales de ese partido para tratar de ganar elecciones y que sus candidatos accedan a cargos públicos. Hay también una militancia de carácter social se canaliza más en una ONG o asociaciones civiles con fines diversos.



El militante es la pieza fundamental de una organización que defiende intereses, ese individuo se considera relevante y se traduce en las acciones de repartir boletas partidarias, hacer pintadas de paredes, debates, formación política, encuadramiento, cuidado del medio ambiental, una conservación del espacio público, la protección de animales, etc., es claro que el propósito y el hacer es tan variado como los gustos, y hay tantos gustos como colores.

Por todo lo señalado tendríamos que todo militante que defiende un ideal es igual sea éste de izquierda, de centro, de derecha, aún un reaccionario.

Pero sabemos, o intuimos, que no, que no es lo mismo ser militante del campo popular y nacional o un neoliberal o un conservador.

¿Qué nos define? ¿Qué es lo que nos diferencia? ¿Cuál es nuestra esencia? Después de hablar con nóveles compañeros, con algunos de mi generación (70'), otros más viejos, me gusta más la expresión "los de la segunda adolescencia", o las charlas/discusiones/debates/plenarios en unidades básicas que nos hizo enamorar de Perón y de Evita "la santa" "la capitana", o las meditaciones "mirando hacía adentro, al interior", un psicólogo diría introspección.


Separando la paja del trigo; descartamos los intereses personales, las empatías, los gustos, la interpretaciones subjetivas, los personalismos, el compromiso, las ambiciones, la certeza, el deseo, el micro clima político, las opiniones, etc., lista larga de enumerar, no es un "numerus clausus" de elementos condicionantes, es una interpretación infinita de por qué el militante se compromete con un objetivo político, con el cambio social. 

Aristóteles creó la categoría de acto y potencia, por ejemplo, una bellota puede ser un roble en potencia y cuando se realiza afortunadamente es un roble, pero pudo no serlo o luego ese roble dará más bellotas que pueden llegar a ser robles, o no, que puede conformarse en bosque, o no. El militante peronista es acto y es potencia, puede ser uno solo pero puede llegar a ser una multitud.

Desmenuzando, deconstruyendo, desnudando el sentir del militante del campo popular y nacional en general y en particular el militante peronista, se encuentra que hay un sustrato, algo que está por debajo, algo que no vemos a simple vista, pero que es la capa última, la médula, lo esencial, aquello que impulsa a militar y seguir adelante, esa razón es la ESPERANZA.

La esperanza, ahí la diferencia con los militantes de otros espacios políticos no peronistas, la esperanza en el centro de gravedad, el impulso último, lo que mueve y conmueve. No somos optimistas como los conservadores o los liberales porque ellos se sustentan en un presente bueno que les permite ver un futuro mejor. Nosotros miramos al futuro con buenas expectativas, pero con un presente que no tiene componentes para sostener que esa posibilidad razonablemente acontezca.

Los optimistas ven el futuro con una conducta positiva y creen que va a ser así por el sólo hecho de pensarlo, son performativos porque creen que con la sola formulación se va a producir, es voluntarismo puro, piensan que el futuro les augura un presente mejorado, típico de la clase dominante, y tratan de mantener condiciones parecidas a las del presente, de mantener el "status quo", entonces generan la despolitización, se dicen apolíticos para conservar la posición de poder hegemónico.

Contrariamente las clases más vulnerables, los sometidos del sistema, los excluidos, los que pagan las fiestas de los endeudamientos, no ven un valor en el optimismo, porque si el presente no es bueno el paso siguiente es querer transformarlo, y ese descontento es el motor que impulsa revertir el sistema imperante.

Los sometidos se apoyan más en la idea de esperanza que en la del optimismo. El militante peronista tiene una expectativa tímida, frágil, endeble, de que todo va a mejorar, esa esperanza es más similar a la utopía y muchas veces se parece a la falsa ilusión, nos olvidamos que la que esperanza teníamos ayer y no la concretamos, genera una nueva para perseguirla, es como la paradoja de la cinta de Moebius, una interminable sucesión de anhelos.

La esperanza es como una hendija, una hendidura, una mirilla de una puerta, una pequeña fractura en el presente por la que se puede mirar el futuro. Esperanza también tenían los cristianos en la época romana que se los devoraban los leones, pero para ellos el futuro estaba en lo celestial, nuestra esperanza de militante es terrenal, es acá. La esperanza es esperar que va a llegar pronto lo mejor de ser vivido, es una postergación, es un "todavía no". El militante peronista tiene bien en claro que su esperanza no es meramente un deseo, y sabe diferenciarla. Un deseo se concentra en un objeto mientras que la esperanza tiene en el espectro más amplio, una mirada más abarcadora, es sobre un estado de cosas, vaya como por ejemplo, deseo comerme un plato de ravioles pero guardo la esperanza de no engordar.

El optimista, llámese antiperonista, tiene certeza sobre un futuro mejor lo cual lo hace un voluntarista puro, es un "emprendedorista", "un meritócrata, un "si se puede, si se puede", una frase vacía sin contenido. El militante peronista sabe que el futuro tiene anclaje en las luchas históricas por la liberación nacional pero al vivir un presente que no lo satisface, porque hay sectores vulnerables y excluidos, se ve compelido a seguir adelante para concretar la finalidad de la Patria Libre, Justa y Soberana.


El que tiene esperanza puede asumir la derrota, no así el optimista, pero a pesar de ello no se entrega, no capitula. Parafraseando a Juaretche, el optimismo que ellos esgrimen se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; la esperanza que nosotros predicamos se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo... para ellos la certeza es que el futuro ya se realizó; para nosotros, todavía sigue naciendo.

Gabriel Marcel sostenía que "evitando desmoronarnos podemos conservar algo de dignidad y no hay que dar al enemigo el gusto de vernos presa del pánico". El corazón del militante peronista (más el combatiente) aún en las peores circunstancias no desespera, su enorne corazón, su fibra íntima, siente que aunque esté todo perdido él no lo está. El peronista se niega a la rendición por más sombrío que sea el futuro ya que siempre puede ser diferente, porque si no lucha contra lo que parece inevitable nunca se sabrá si era inevitable. Esto es en resumen el "corazón militante peronista", eso es la consigna LIBRES O MUERTOS JAMÁS ESCLAVOS.