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INESTABILIDAD ESTABLE


Por Ariel Martínez 

 El siguiente es un texto escrito 14 días antes de que se produjera un hecho tan relevante para la historia política de nuestro país, y del mundo en parte, como fue el intento de asesinato de la vicepresidenta y ex presidente Cristina Fernández de Kirchner.


“La solución del drama nacional exige la caducidad de estas estructuras (liberales), lo que constituyen una revolución”

"La lucha de liberación es, por lo tanto, revolucionaria, así como nacional y social”

John William Cooke

 Tenemos que establecer las características de la lucha que debemos dar en la actualidad para, de esta forma, poder delimitar también las características de las fuerzas que deben agruparse para poder llevar adelante esas tareas políticas necesarias.

 Las fuerzas políticas con relevancia en el país no muestran un nivel de representación popular suficiente para lograr destrabar el estado actual de un equilibrio relativo de fuerzas que no termina de contentar a ninguna de las clases en disputa.


  Este estado de cosas es, quizás, la explicación del surgimiento de referentes políticos que tensionan sus discursos hacia posicionamientos políticos más radicalizados de ambos lados del espectro de la lucha de clases.

  Por el lado de las fuerzas conservadoras liberales (nos referimos a las fuerzas llamadas hoy de “derecha”, una denominación absolutamente inexacta, pues todas las fuerzas con peso relativo en la contienda electoral actual se encuadran dentro de la “derecha”, pues ninguna de ellas se propone la superación del capitalismo como forma de producción, acumulación de excedente y explotación de los trabajadores) entre las cuales se encuentran las fuerzas políticas identificadas, en un sentido amplio, con el macrismo, en sus distintas variantes, aparecen figuras como Milei, Patricia Bullrich, José Luis Espert, que plantean posiciones con claros objetivos de embestida contra los sectores populares.

 La repercusión que causaron estas posturas en una parte de la sociedad, y que atraviesa varios sectores sociales, llevo a los candidatos políticos del “macrismo” a radicalizar sus discursos en el mismo sentido reaccionario y antipopular.

 Por otra parte, un fenómeno análogo se dio entre las fuerzas políticas comúnmente denominadas como de “izquierda” (discusión aparte es si objetivamente representan ese papel en la disputa política de nuestro país, una discusión que no nos proponemos dar en esta parte del texto), que han mostrado un crecimiento en las últimas elecciones de medio término del año 2021.

 Estas pueden ser las manifestaciones de tensiones sociales que nos podrían estar indicando que este balance inestable, ese aparente equilibrio de fuerzas, no podrá prolongarse en el tiempo por mucho tiempo más.

 La existencia real de todas las clases que se mueven en el tablero económico político de nuestro país ha llegado a un nivel tan elevado de contradicción que cualquier acción de gobierno que no trastoque a fondo el “status quo” se presenta como insuficiente para todas las partes en disputa.

 Insuficiente para la oligarquía diversificada, que presiona permanentemente para que se lleve adelante una devaluación formal del tipo de cambio que profundice la devaluación de hecho que viene dándose desde hace meses.

 Insuficiente para burgueses locales, que debido a la inestabilidad cambiaria tiene delante de si un panorama en el cual no saben si podrán recuperar lo invertido a la hora de comprar sus materias primas de producción, por lo tanto, también se genera una incertidumbre a la hora de fijar sus precios de venta o, como ocurre en mayor medida, trasladando aumentos permanentes a los precios para amortizar futuros posibles aumentos.

 Insuficiente para los sectores populares, que no logran ponerse de pie ante los aumentos incesantes de precios, no solo no acompañado por un aumento relativo de los salarios, sino que, en las condiciones actuales, los asalariados con mayores ingresos se constituyen en una especie de “aristocracia obrera”, con sus respectivas consecuencias ideológicas, mientras que el grueso de los asalariados perciben salarios por debajo de los índices de pobreza, tanto de los elaborados desde organismos estatales, como por los de organismos privados. A esto se suma una masa enorme, y creciente, de argentinos que directamente se encuentran fuera del sistema laboral formal, percibiendo ingreso de parte de “programas” o asignaciones que no llegan a cubrir necesidades básicas, y otra parte, ni siquiera eso tienen.

 La contradicción existente no permite que se sostenga en el tiempo una situación ni siquiera de relativa estabilidad. Los sectores dominantes necesitan (posicionándose desde su lugar de clase) llevar adelante un ajuste profundo que les permita ganar competitividad en la competencia del mercado internacional y sostener sus privilegios como sector dominante local. Los sectores populares tampoco soportan este estado de situación. Por consiguiente esté presente demanda la superación de la crisis mediante lo que se conoce en criollo como “patear el tablero”; o se  lo patea para un lado, con un ajuste brutal sobre los sectores populares (devaluación que elimine la brecha cambiaria, flexibilización laboral, aumentos indiscriminados sobre las tarifas, persecución y represión sobre toda forma de resistencia de los sectores populares, etc.), o se lo patea para el otro, implementando políticas que trastoquen las estructuras económicas actuales (liberales), avanzando sobre las formas privadas de acumulación de excedentes ligados a ramas estratégicas de la producción en nuestro país, como lo son la propiedad de los puertos, de los sectores energéticos, de los recursos naturales, de la logística de transporte y la industria pesada, actualmente en manos de capitales que fugan el plusvalor producido por trabajadores locales a sus casas matrices, ubicadas en el exterior.

FdT
 
 Esta situación frágil de inestabilidad estable también se manifiesta en las disputas políticas del Frente de Todos, que no es otra cosa más que la manifestación de la disputa de clases dentro de ese marco de alianzas políticas, que no parecen estar amalgamadas por algo más que criterios de unidad meramente electoralistas.

 Desde el 2019 en adelante, son los sectores más conservadores del Frente los que han ido ganando paulatinamente mejores posicionamientos en lo que se refiere a espacios de poder gubernamental (reflejo de ello es la consolidación de Serio Massa como Ministro de Economía, un hombre consabidamente de la embajada yanqui y de sus intereses geoestratégicos, la figura que hizo posible el pago total de la deuda con los Fondos Buitres en el año 2016, votando con el macrismo parlamentario, y arrastrando también a parte del Frente para la Victoria en ese momento; todo esto en detrimento de Alberto Fernández, quien actualmente conserva el título de presidente de la nación solamente de manera formal).

 Dentro del Frente, los sectores identificados con el cristinismo se muestran como el único sector que puede llegar a canalizar algún tipo de política que derive en ciertas mejoras o reformas que den algo de respiro al pueblo, sin embargo sus políticas negociadoras con los sectores conservadores de poder, sin ningún armado solido que convoque a distintos sectores organizados del pueblo, o llamamiento a organizarlos, para dar una disputa real contra esos sectores dominantes, hacen que, en la práctica, sean los sectores más reaccionarios de la sociedad los que avancen sobre el pueblo, no solo en puestos de gobierno sino también en la capacidad de absorber los excedentes de producción, las riquezas que se generan en nuestra patria.

 En esencia, a pesar de no ser “iguales” y a pesar de tener intereses que objetivamente los enfrentan, ninguna de estas fuerzas se muestra, por lo menos hasta el momento, como una posibilidad de desestabilizar esa estabilidad inestable, frágil, en favor de los sectores populares.

 Ninguna fuerza propone, ni discursiva ni materialmente, un avance contra las estructuras liberales de la economía que aún subsisten, y que se han instalado plenamente desde el último golpe de estado de 1976 y que han sobrevivido hasta la actualidad.
 
 Las fuerzas que muestra un mayor nivel de enfrentamiento en el Frente, no organizan en las bases militantes, no constituyen formas de organización popular efectiva que pueda avanzar contra los sectores que en el discurso plantean combatir, no logran interpretar las demandas de una masa que sufre día a día un empeoramiento de sus vidas, mientras la política se discute ajenamente a sus espaldas. Por el contrario, predomina una visión legalista a la hora de plantear una estrategia de transformación de la sociedad que se proponga avanzar contra las políticas liberales haciendo uso de “proyectos de ley” o “leyes”, así como también de “movidas electorales” o “tácticas salvadoras” que, objetivamente desmovilizan a los sectores populares o diluyen las energías en consignas que representan callejones sin salidas sino se complementan con otro tipo de organización popular, evitando de esta forma que se profundicen acciones políticas que puedan atacar profundamente el problema de la dependencia económica de nuestro país y, entendemos que también de América Latina y, con características propias, en el resto del mundo.
 
 Ante eso, sostenemos la hipótesis de que estamos atravesando un momento en el que no se están desarrollando en el continente procesos de resurgimiento y avance de los sectores populares, sino más bien, se está dando un proceso en el que se manifiesta la imposibilidad de los “progresismos reformistas” para dar respuestas y solución a los problemas estructurales que mantienen en el sometimiento a los sectores populares pues son ellos mismo un emergente de la crisis sistémica del pensamiento liberal moderno y capitalista. En criollo, podríamos decir que estamos atravesando un periodo en el que se va a profundizar el fracaso de querer arreglar un problema con las mismas herramientas de hace unos años (que se mostraron insuficientes en ese mismo momento) cuando la situación de la disputa de clases ha llevado las tensiones a una escalada mucho mayor en la confrontación.
 
 Por ello es que estos sectores no atinan a presentarse ante el pueblo como agentes posibles de resolver la situación, más bien el pueblo tiende a entenderlos cada vez más como parte de una “clase política” (nosotros decimos burocracia política) que objetivamente no refleja ni representa los intereses de los sectores populares. Milei ha traducido muy inteligentemente, a favor de los sectores dominantes claro, esta manifestación en los conceptos de “casta política”. En el 2001, esta percepción de lo que algunos llaman “políticos profesionales”, derivaría en la consigna de lucha, que se vayan todos.

 Reiteramos, el nivel de contradicción entre las fuerzas en disputa ha llegado a un nivel tal de desarrollo que la única forma de avanzar debe, necesariamente, traer aparejados cambios profundos que avancen de alguna manera contra los pilares mismos de la propiedad privada capitalista de los medios de producción y las fuentes naturales de riqueza. Se comprueba en la realidad actual de nuestro país, con mayor fuerza aun que en el pasado, que en nuestro continente, en nuestro país, una revolución industrial y nacional se encuentra indisolublemente anudada a un proceso de revolución social, por lo que son los sectores populares trabajadores los actores principales que pueden acaudillar y conducir un proceso de liberación, junto con trabajadores familiares de la tierra, cooperativistas, comerciantes y empresarios minoristas, profesionales, estudiantes, asalariados de servicios, trabajadores de changas (el “subsuelo de la patria” nuevamente)…todos ellos alineados en función de un proceso de desarrollo industrial que retome en manos del estado los sectores estratégicos de la economía, desanclándolos del objetivo de lucro como fin último y que los ponga a disposición del bienestar del pueblo trabajador.

 Esto, sin dudas, demanda un cuadro de situación de enfrentamiento directo contra los sectores dominantes de nuestro país, que se plantaran en pie de guerra y a los cuales solo se podrá enfrentar con el pueblo trabajador no solo movilizado, sino también organizado para dar esa batalla.

 Ahora bien, semejante tarea escapa claramente a una posibilidad real de que un frente de estas características se constituya con vistas al proceso electoral del 2023.




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